sábado, 14 de noviembre de 2015

TODOS SOMOS PARÍS: CIVILIZACIÓN VS BARBARIE

“Un niño, un profesor, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo” Malala Yausafzui

Tenía preparada una chorrada intrascendente, en la línea de este blog, sobre temas varios. Pero he amanecido hoy con la noticia de los atentados en París y no me apetece hablar de frivolidades.


Tampoco voy a dar mi visión socio-política del asunto. Básicamente porque no la tengo clara. Pero sí que necesito escribir algo sobre la eterna lucha entre civilización y barbarie.

“Veo humanos, pero no consigo ver la humanidad”.

Hace poco leí una noticia de esas que ocupan las páginas centrales de los periódicos, las que ya nadie lee. Resultaba que en Francia iban cerrando las librerías de viejo y las no tan de viejo. Signo de los tiempos en los que ya nadie lee o, si lo hace, se lo descarga en soporte digital. Ante esta situación el Gobierno estaba preparado o había preparado o algo así un plan de ayudas para que no desaparecieran. Con buen criterio, el gobierno Galo consideraba esa red de librerías parte de su patrimonio cultural y artístico, así como lugares de fomento de la cultura.

Paseo ahora por Barcelona. Los más viejos del lugar ya saben que soy uno de esos zapastrosos que van por las librerías de viejo y mercadillos varios en busca de tesoros incunables. En los últimos años han cerrado un montón y las que sobreviven lo hacen a duras penas. Ni el Gobierno de España ni el Gobierno de la futurible República Independiente Catalana han hecho un comino por estas librerías o puestos de mercadillo. Ni lo van a hacer.


El ejemplo me viene al pelo para expresar mi admiración por un país como Francia. Mientras aquí defendíamos a garrotazos a un inútil déspota como Fernando VII, sin duda el peor Rey de la Historia de España (y el listón está muy alto), allí ya hacía tiempo que habían guillotinado a unos cuantos sinvergüenzas y creado una verdadera República, basada en la igualdad, la libertad y la fraternidad. Por cierto; no me resisto a contar la anécdota de que Napoleón nunca supo la verdadera estatura de Fernando VII, pues entraba siempre a su despacho de rodillas.

En fin; que mientras allí cualquier tebeo mediano alcanza los 70.000 ejemplares de tirada, aquí nos damos un canto en los dientes con 700, y eso si la obra es comercial. Que mientras ellos eran la edad de las luces y la ilustración, aquí sacábamos los Santos para que lloviera y aún lo seguimos haciendo. Que mientras ellos son la cuidad del amor porque las parisinas fueron las primeras en sentirse libres para hacer con su cuerpo lo que quisieran, aquí en los 70 todavía estábamos que la española cuando besa es que besa de verdad. Que mientras allí cuando dicen de recortar en educación se lía la mundial, aquí sólo se lía si baja el equipo de fútbol a segunda y Mariano nano podría repetir como presidente. Podría sumar y seguir, pero creo que cualquiera se hace una idea de lo que quiero decir.

Sí, ya sé que no todo es perfecto y tal, que también tienen sus sombras. Pero me refiero al trasfondo general; Francia es, en términos generales, un país avanzado y culto.


“Matar un hombre para defender una idea no es defender una idea, es sólo matar un hombre”

Llorar por la muerte de 120 personas (en el momento que escribo esto no se sabe la cifra exacta) occidentales, “blancas”, etc…puede parecer hipócrita cuando a lo largo y ancho del mundo este tipo de atentados están a la orden del día y nos importan una mierda. En el fondo, como han dicho por ahí “A ver si nos enteramos de una puta vez de lo que huyen los refugiados”. Es cierto, no deja de ser una actitud hipócrita. O acomodiática, más bien. Lo que nos interesa es lo que pasa al lado porque nos afecta.

Pero, como he dicho, no voy a hacer un análisis político- social. Ni estoy capacitado ni daría abasto. No sé si todo esto empezó con el trío de las Azores, si es una doctrina del shock para que sintamos miedo, si la humanidad no hemos avanzado nada en verdad aunque tengamos el iphone6 que mola mazo o cualesquiera otra consideración.


Pero quiero expresar lo que me repugna;

Me repugna la barbarie contra la civilización. Que unas mentes cerradas maten en nombre de no se sabe qué en la cuna de las libertades. Me repugna que estos fanáticos defiendan la discriminación de la mujer, la negación de las libertades, el desdén de la razón y la paz. Me repugna ese fanatismo que castiga a las mujeres, a los homosexuales, a los libre pensadores, a los laicos. Me repugna también la foto de las Azores, o que el equipo de mi cuidad luzca orgulloso la marca Quatar. Me repugna los que aprovecharán esto para decir que hay que echar a todos los moros, aunque muchos de ellos huyan precisamente de esto, sin diferenciar musulmán de yhijadista o fanático. Me repugna vivir con miedo, y no lo pienso hacer. Ni a unos ni a otros.


Los ataques de París, igual que los ataques a la redacción de Charlie Hebo anteriores, los veo como el ataque de la barbarie a la civilización. En realidad, todo acto terrorista, sea del signo que sea, lo es. Pero me resulta especialmente doloroso por lo simbólico en estas ocasiones.

A mí me tendrán siempre enfrente y sin miedo, aunque sólo sea haciendo escritos como éste.


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